Correcto thriller crepuscular, tan previsible como agradable de ver, ya que muestra sus cartas e intenciones desde el inicio (y, afortunadamente, no alarga el metraje). Presenta a un trío de delincuentes/convictos que se reúne de nuevo tras la salida de la cárcel de uno de ellos (Al Pacino). La trama narra las últimas 24 horas de su relación y la amenaza de muerte que pesa sobre uno de los personajes. Desaprovechada en su conjunto, aunque su tono tristón y nostálgico —a veces cercano al blues— ofrece momentos de auténtico fogonazo gracias a la química entre Christopher Walken, Pacino y el siempre excelente Alan Arkin. Todo ello, servido con corrección por Fisher Stevens.

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