
Muy tardía y totalmente absurda secuela perpetrada por DeLaurentiis -repitiendo director- con muchos menos medios. Los efectos especiales son irregulares con momentos muy logrados y otros totalmente mediocres, por lo general correctamente rodada (Guillermin tenía oficio) pero toda la propuesta es tan rídicula que acaba basculando entre la comedia involuntaria, el patetismo y el ridículo. Pocas cosas se salvan -pero hay una magnífica- la sensacional banda sonora de John Scott, muy por encima del producto
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