
Maravilloso film de terror que cultiva un tipo de narración "atmosférica" en el que el clima de horror se va generando por acumulación, llegando a unos extremos de paroxísmo/locura como pocas veces en el género. Rodado con una elegancia, gusto por el encuadre (la fotografía de Gilbert Taylor es magnífica) y pericia narrativa practicamente perdida en el cine actual. Parte de una premisa/argumento progresivamente demencial, pero está filmado con convicción, sabiendo dosificar equlibradamente la aparición del terror y los sustos con una habilidad pasmosa. Clásico instantáneo, nunca superado por su propio director y sus secuelas (la segunda la recuerdo agradable, pero formularia) ayudado por una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine -Jerry Goldsmith su único Oscar- que demuestra como la conjunción de talentos y esfuerzos de un director, equipo técnico y artístico puede lograr una de las obras maestras del cine de terror de todos los tiempos
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