
Sensacional thriller urbano, de ritmo implacable y construído sobre una trama que va in crescendo. Funciona como un mecanismo de relojería, en el que un grupo de actores en estado de gracia (increíble secuencia final entre Matthau y Balsam, con ese plano: El Plano), la técnica fotográfica de Owen Roizman (brutal trabajo de luces) , el score de David Shire o la eficaz dirección de Sargent componen un ejemplo del todo compactado y perfecto: Una obra maestra del cine de los 70, que viene a demostrar por enésima vez que comercialidad y arte pueden ir unidos sin problema
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