Casi una variante argumental de The Wrestler del mismo director, con un personaje en decadencia física que vive en un entorno deprimente (en este caso, se trata de un profesor de literatura con obesidad mórbida que intenta reparar algunas cosas de su vida durante la última semana que le queda). La historia gira en torno a un personaje esencial y obviamente necesitaba un actor en estado de gracia (un Brendan Fraser inmenso en todos los sentidos), que aquí está acompañado por secundarios igualmente maravillosos. La influencia teatral es evidente, y no hay intención de disimularla. Aronofsky filma con una puesta en escena tan correcta como sobria. Es un film crudo, quizá algo simplista en su propuesta y resolución (todo transcurre sin grandes sorpresas y apela a una emoción que a mi me deja un poco a medias), que, aunque no es la mejor película de su director, deja globalmente una impresión satisfactoria.
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