Efectiva pero mediocre comedia de finales de los ochenta, dirigida por un Ted Kotcheff en modo artesano y piloto automático. Parte de una premisa tan absurda que acaba siendo lo único que realmente funciona en ella, donde hay que olvidarse de la credibilidad y dejarse llevar:
Dos empleados (Andrew Maccarthy y Jonatha Silverman) , tras descubrir que su jefe ha estafado una fortuna, son invitados a pasar un fin de semana... En el que supuestamente aquel ha decididio eliminarlos, pero, por un golpe de suerte, quien terminará muerto es el jefe...Y ambos tendrán que fingir que sigue vivo. Una historia cogida con pinzas, pero en la que uno termina riéndose, especialmente gracias al trabajo actoral de Bernie Lomax, ese cadáver capaz de aparecer en los lugares más insospechado
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