Eficaz y entretenido film de acción noventero, algo alargado pero simpático, que resultó un éxito comercial y que basaba toda su fuerza en una idea central: Un autobús con una bomba en su interior que explota si baja de 80 kilómetros por hora. Este concepto, que los productores llaman 'high concept', fue lo que inspiró muchas películas del género, basadas en un único elemento de impacto adornado con escenas de acción. La idea, desarrollada aquí con destreza, muchos tópicos y algo de esquematismo, sigue funcionando bastante bien aun pasados treinta años, gracias a los acabados técnicos de un producto rodado con métodos artesanales, muy poco digital, con especialistas y una constante sensación de realismo. La pena es que, aunque el film es efectivo, le sobra un epílogo en el metro que resulta algo horrendo. De hecho, este film terminó siendo el germen, o el inicio, del bochornoso cine de acción actual, centrado solo en la concatenación de efectos sin ningún fondo dramático y perjudicado pro el abuso de digital
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