Curiosa película de ciencia ficción setentera, muy exitosa en su momento, pero tan irregular como interesante, es una obra que quizás habría merecido un director con más fuerza visual y mayor afinidad por el género que el correcto (y poco más) Norman Jewison. Aquí el realizador entrega un film ambientado en un futuro donde las naciones están gobernadas por corporaciones, y un violento deporte llamado Rollerball sirve como válvula de escape para canalizar la agresividad social. La premisa es interesante: El capitán del equipo, interpretado por James Caan, se convierte en una amenaza para el sistema cuando su popularidad supera los límites permitidos por las élites (representadas por John Houseman), y se le sugiere discretamente que debería retirarse...Pero a mi juicio, la película peca de pretenciosa en algunos momentos, como en el uso de música clásica para darle un tono serio, a lo Stanley Kubrick en "Clockwork Orange" aunque sin acercarse ni de lejos a su nivel. Y muchas veces, más allá de la acción, el discurso resulta demasiado obvio - Jewison opta por una vía demasiado directa y poco sutil-. Tampoco ayuda una puesta en escena sobrecargada de zooms, ni un diseño de producción que ya se sentía anticuado cuando llegó Star Wars...Aun así, no es una película desdeñable: Entretiene, tiene sus momentos, pero es un producto muy de su tiempo. Al final, lo que realmente la sostiene y la hace recordable son las dos secuencias de batalla en el estadio, que siguen siendo lo mejor y lo más perdurable de un film que tuvo un remake aborrecible.
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