Nos encontramos ante un ejemplo clásico de una película con un planteamiento prometedor que, lamentablemente, pierde ímpetu en su desarrollo. La protagonista es una excéntrica profesora de preescolar (Katie Holmes) que, bajo su apariencia naif y su peculiar forma de vestir, es una justiciera que no duda en eliminar a los criminales que se le ponen por delante. Para complicar las cosas, entabla una relación amorosa con un policía.El gran inconveniente del film es que, tras su intrigante inicio, establece un tono indefinido que la realizadora Karen Leigh Hopkins no logra manejar. El resultado es una película que se extiende en exceso, conduciendo a un final previsible que desaprovecha el potencial narrativo de la premisa.
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