Un DeMille en su salsa, con la típica historia tan maniquea de cristianos puros y romanos malvados (Charles Laughton & Claudette Colbert) y una media hora final -la mejor de la función- en la que el director americano da rienda suelta a su sadismo y gusto por el espectáculo. Tiene sus detalles y algún componente erótico debido a su estreno anterior a la imposición del "Codigo Hays". Le perjudica un aire rancio de seminario religioso -el mismo que afecta otros de sus films "histórico religiosos"- que siempre suele detectarse en su filmografía y que para mi constuyen lo más endeble de su cine, de él me sigo quedando con la maravillosa "El Mayor espectáculo del mundo"). Película muy bien fotografíada por Karl Struss (nominada al Oscar)
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