Uno de esos thrillers mastodónticos y barrocos que marcan el estilo exagerado e hiperbólico de su realizador Stephen Hopkins, que aquí coge una trama verdaderamente sencilla que marca la rivalidad entre un antiguo militante (arrepentido) del Ira (Jeff Bridges) y un compañero terrorista loco que ha pasado un tiempo en la cárcel (un Tommy Lee Jones pasadísimo de vueltas) y la venganza de este último, poniendo bombas por todo Boston. En su época muy maltratado por la crítica -incluso yo mismo tenía peor recuerdo- pero creo que en la actualidad, vistos los excesos del cine actual y la ausencia de argumentos la película aún mantiene una cierta gracia, estropeada obviamente por algunos momentos tan excesivos como el ridículos, un toque que está apunto de caer en la comedia involuntaria y esas bombas que parecen del profesor Franz de Copenhague y la obsesión de Hopkins de subrayarlo todo a través de planos enfáticos y una música -excelente- de Alan Silvestri que está metida prácticamente de modo constante
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