Muy entretenido western dirigido por un especialista que trabajó mucho en las décadas de los 30 y 40, Ray Enright, y que aquí presenta un argumento lleno de tópicos del género. El protagonismo está repartido entre el estoico Randolph Scott y un villano memorablemente encarnado por Robert Ryan, quien ya apuntaba a convertirse en uno de los grandes del cine. La película tiene mucho ritmo y contiene muchos elementos que luego aparecen en películas posteriores, incluida una secuencia que recuerda a la posterior "Cimarrón". Es una producción de serie B, pero con bastante ritmo y muy entretenida."
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