Uno de los mejores, si no el mejor, título dirigido por William Castle en la década de los sesenta, cuando ya había abandonado el género de terror y se dedicaba a rodar thrillers, a veces con inspiración hitchcockiana. En este caso, utiliza la presencia de Joan Crawford, prácticamente recién salida de ¿Qué fue de Baby Jane?, para componer un personaje con un pasado oscuro: haber estado internada 20 años en un manicomio por un asesinato. Su vuelta a la realidad y el conocer a una hija con la que no tuvo contacto, la lleva a una trama que sigue la típica estructura del thriller psicológico.
Como he dicho, esta película acaba siendo probablemente uno de los mejores, si no el mejor, film de esos años. No tanto por el guion de Robert Bloch, que al final no deja de ser una variante típica de Luz de gas donde el espectador avispado ya puede descubrir quién es el verdadero culpable de los asesinatos, sino por el tono exacerbado que le da Castle. Además, prácticamente toda la trama transcurre en el campo, al lado de una granja de animales, donde Joan Crawford tiene que sufrir para intentar descubrir si está perdiendo la cabeza o si realmente hay alguien que está tratando de provocarlo.
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