
Todo un divertimento y una traca de feria con el que Raimi vuelve a los fueros de su cine de terror original, es decir coge una trama sencillisima y la convierte en un festival de vomitonas (inolvidable el momento con la muerta de cuerpo presente), babas y sustos del gato como hacía tiempo no facturaba...Y le acaba funcionado porque conoce como nadie los resortes del género, juega con ellos, se rie con ellos y demuestra -cuando la cámara y los encuadres frenéticos se calman- que tambien puede ser un genio creando atmósferas.Lástima que al final todo se quede en ello, en un eficaz/notable entretenimiento con el que supongo se ha resarcido de años rodando films menos viscerales y juguetones
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